hoy me ocurrió un hecho que me causó mucha indignación y luego mucha, pero mucha gracia.
estaba yo caminando hacia el estudio cuando al llegar a la esquina me dispongo a cruzar por la senda peatonal, venía un taxi y obviamente no solo no frenó, sino que paró sobre la misma impidiendo mi paso y obstruyendo mi prioridad de cruce.
'gracias' le digo.
me mira, sonrie y me levanta el pulgar.
'buenísimo' le replico.
me vuelve a mirar, vuelve a sonreir y vuelve a levantar su pulgar izquierdo.
'como siempre ustedes' le afirmo mirándolo.
acto seguido un demonio lo poseyó, su vehículo ya había doblado y él encolerizado baja su ventanilla y empieza a insultarme, a propinar gritos a todos los puntos cardinales, me nombró partes del cuerpo de mi madre, de mi abuela, de mis tías. yo no tuve más remedio que comenzar a reirme con todo mi cuerpo, la alegría y satisfacción invadía cada rincón de mi humanidad.
la cabeza del señor se asomaba fuera del habitáculo y seguía insultando, su cara roja y llena de ira no callaba, mi risa no podía parar y ya me había alegrado la mañana, y eso que yo no le había dicho nada agraviante respecto a su sexualidad, su condición marital, su madre, su forma de nacimiento, nada, nada.
no quiero pensar cómo estaría ese muchacho luego de las 8 horas de trabajo, si es que la trabaja, o cómo se pone al mediodía cuando el tráfico y el caos que generan ellos lo exhaspera un poco más que un simple peatón que quiere cruzar en la esquina.
hay cada enfermo suelto, pero estoy seguro que se extinguirán, ya tendrán su meteorito como lo tuvieron los dinosaurios.
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