noviembre 30, 2004

... y mis ojos se sorprendieron...

Hoy sucedió un hecho de esos que marcan a uno para toda la vida. Esos sucesos que seguramente contaré a mis nietos en esas tardes de sol cálido cuando me vayan a visitar.
Estaba caminando con mi abuela a un paso lento, el paso que marcan sus piernas, esas piernas de huesos viejos y doloridos, piernas con una larga vida a cuesta. Transitábamos la céntrica vereda de calle San Lorenzo. El fluir de los demás peatones hacían difícil el peregrinaje por las angostas y rotosas aceras de nuestra gran urbe. El tránsito de los vehículos contaminaba el ambiente, con sus motores ruidosos y humeantes y sus conductores transpirados y malhumorados.
El vértigo de la vida actual nos lleva a caminar cuidando los bolsillos, los relojes y hasta las zapatillas de un eventual robo. Esta forma de vida no nos deja caminar con la frente en alto, no nos deja observar la belleza de la arquitectura que viste la ciudad, no nos deja ver a las demás personas que hacen su vida y caminan con sus problemas al igual que nosotros. Pero por esas cosas de la vida, el destino y los planetas que se alinean, en un determinado momento levante mi vista y allí estaba.
Caminaba con su característico paso, con su vida a cuesta, con sus problemas, con sus alegrías, con su humor. Debo aclarar que cuando nos encontramos siempre lleva ropa deportiva o casual, nunca esa ropa. Es por eso que me sorprendió ver su humanidad con esa ropa, pero al cabo de un instante me di cuenta de algo, esa es su ropa de trabajo. A pesar de que me causa gracia la gente en atuendos formales los comprendo, tienen que dar una imagen, sus trabajos los obligan.
Tardé unos segundos en saludar y luego de lo cual solo me vino a mi complicada, loca y estúpida mente una cosa..........

....... Martín, ¿por qué te dicen Flaco?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Flaco LECHÓN BAJÁ de PESOOOOOO jajajaja